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Por Luis Felipe Noé / 1996

Prólogo de la exposición Aire del agua

Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires. Del 12 de diciembre de 1996 al 23 de febrero de 1997

 

ELENA NIEVES EN EL CAMINO DE LA ENSOÑACIÓN

Aire del agua. Así se llama esta exposición de pinturas de Elena Nieves. Todo un desafío poético a través del lenguaje pictórico. Veamos:

En su Vida de Goya Eugenio d’Ors critica a las Nenúfares de Monet señalando la audacia de que “el cielo pudiese ser tomado por el agua y el agua por el cielo”. Para él esta serie de obras es equívoca, caprichosa, y que “si de momento acaricia nuestra sensibilidad carece de títulos para ser recibida en los archivos nobiliarios de nuestra memoria”, por ser meramente “recreo de un cuarto de hora, objeto transitorio situado ya hoy mismo en la vecindad inmediata de lo que es puramente decorativo entre las realizaciones del arte industrial, hermano del arabesco, de las tapicerías, de los platos de Faenza, cosa, en fin, que se ve sin contemplar, que se aprehende sin pensamientos y se olvida sin remordimiento”.

Gastón Bachelard contesta a esta audaz afirmación en El Agua y los Sueños: “¡Qué desdén por el objeto fungible! ¡Qué necesidad de una belleza inmóvil! Al revés de Eugenio d’Ors, recibiríamos encantados una obra de arte que dé una ilusión de inmovilidad, que nos engañe incluso, si este error abriera el camino para una ensoñación. Es lo que sentimos ante las Ninfeas”.

Elena Nieves por cierto y por suerte comparte el ojo de Bachelard y no la ceguera retórica y prejuicial de d’Ors. Elena es amorosamente discípula de Monet y, particularmente, del Monet de Giverny porque está en el “archivo nobiliario de su memoria”, pero de allí parte para pensar su acto de pintar. Ella se convierte sensorialmente en el mismo medio que utiliza –la pintura- para recibir desde allí sensiblemente al mundo. Su “floricultura no deja de ser un pretexto para emprender el “camino para una ensoñación” del que habla Bachelard. Alguna vez escribí: “Como si fuese un pintor que sin idea previa de la obra que está creando toma conciencia de ella en la medida que la va gestando, ese imponderable que habitualmente se llama Dios fue revelando su naturaleza intrínsecamente abstracta en la creación de las flores. Si Dios creó las cosas nombrándolas (como si fuese un artista conceptual) lo más probable es que cuando creó a las flores no las nombró sino que surgieron cuando acarició la naturaleza que venía de crear”. Elena en realidad no pinta flores sino que describe la caricia divina a la que me referí.