Prólogo exposición DONDE ARDÍA LA MAREA. Muestra Homenaje a Aníbal Cedrón, Museo Emilio Caraffa, Córdoba. Del 14 de diciembre de 2017 al 15 de marzo de 2018
Curadores Luis Felipe Noé y Elena Nieves
EL INGENIOSO HIDALGO DON ANÍBAL CEDRÓN
La obra de Cedrón, en especial la del periodo seleccionado para esta muestra, 1996 a 2017, se caracteriza por la utilización del recurso de la apropiación, la cita, el remake, conceptos tan adeptos del llamado arte contemporáneo, pero que son tan viejos como la historia del arte y la dialéctica de sucesión de sus periodos y estilos. Desconozco la motivación que lo llevó a usar estos recursos, intuyo, tal vez, cierta nostalgia de sí mismo, de su propio quehacer a veces alejado de su presente. Cedrón encuentra en la cita, en el rehacer de imágenes por él mismo creadas, un mecanismo de estrategias para lograr nuevas formulaciones de su propio trabajo. Otras veces recurre a imágenes -fotografías, dibujos, pinturas- creadas por otros. Pone en tela de juicio el exagerado valor que se le da a la “originalidad”, a la obra única e irrepetible, al derecho de autor de una imagen. Es el primer apropiador de sí mismo.
Las sucesivas versiones que hace de una misma imagen, no son idénticas, de a poco muestran sus diferencias, porque son otras. Impresas sobre tela o papel, realizadas en diferentes tamaños. Los personajes de una obra se desplazan a otra, pero de paisaje y tratamiento diversos. Esta es una particularidad del modo de trabajar de Cedrón, que lejos de mostrarse como una debilidad, en su contundencia y mecanismo de repetición se convierte en una singularidad fundamental para comprender la hondura de su trabajo.
Las versiones del Quijote y Sancho Panza contra viento y marea, impresión color sobre tela, y el Quijote contra viento, impresión en blanco y negro sobre papel, versión 2017, más pequeña, nos muestran que el dibujo de base de los personajes es el mismo, pero el contexto es otro. En la primera, los dos personajes luchan contra un fondo de grandes pinceladas negras; en la segunda, el Quijote en su caballo y Sancho intentando tirar de su burrito, en un blanco fondo sin horizonte y en la soledad de sus hidalgas luchas contra una adversidad, muchas veces, invisible. En un texto, Cedrón se refiere a su padre como “un Quijote latinoamericano”, tal vez, aludiendo a sus aventuras de empresario con militancia comunista que se asentó en la Patagonia y fundó la Minera Aluminé, donde Aníbal nació y vivió sus primeros años; y, seguramente, a su propia biografía, quien como militante político y social desde mediados de la década del ‘60 se enfrentó a los molinos de viento de una historia argentina fracturada y arbitraria.
Para la realización de su obra, en especial la gráfica, se vale del collage con fotocopias y dibujos primero, al que luego le
suma la herramienta digital, con todas las posibilidades que brinda el programa de Photoshop. Esto le permite abordar las diversas versiones de sus obras, modificarlas mediante este nuevo medio para después llevarlas a impresiones sobre papel o tela. Si bien, consciente de este mecanismo de ejecución que permite la reproducción en serie, no lo prioriza como tal. En algunos de sus catálogos, en las especificaciones de las obras, se refiere a la técnica simplemente como “mixta”, o como “técnica digital”, y excepcionalmente como “grabado digital”. Pero en la mayoría de las impresas sobre tela, simplemente, las define “pintura sobre tela” o “acrílico sobre tela”, sin hacer referencia al medio de materialización, ya que, como él mismo me dijo, “la tinta de impresión es también pintura”.
Cedrón se vale de un archivo personal de texturas visuales digitales que usa como una caja de herramientas. De todas, hay dos, que quiere detallar qué son. Una, es la red de plástico de la bolsa en la que suelen venir las naranjas, que en su obra Artigas, la detalla en la técnica como “mixta sobre fotocopia de redecilla de bolsa de naranjas”, redecilla que también utiliza para el fondo de Los dos Julios.
La otra textura visual, es la impronta de las huellas dactilares, en especial las suyas, como en Autorretrato. O en Retrato de Van Gogh unido a mis trazos digitales, en la que trabaja el fondo con detalles del dibujo de sus propias huellas dactilares fuera de escala, aumentadas, que corta y pega, asemejando a las “originales” ondulaciones de los cielos de las pinturas del holandés.
Lo que parece una simple utilización del recurso de la referencia o la cita, al que me referí antes reflexionando sobre la originalidad y la autoría de una obra, con el agregado de la impronta de su propia huella digital el tema se complica conceptualmente. La huella dactilar determina la identidad única e irrepetible de cada ser humano. Cedrón repite el dibujo de la huella hasta hacerlo indescifrable y anónimo. Plantea un juego de tensiones, entre lo que puede ser y lo que no quiere que sea. Utiliza un medio que permite la reproducción ilimitada de copias, pero las presenta como obras únicas. Lo que en un principio parece tan simple, nos propone una compleja reflexión sobre la identidad y sobre el concepto de originalidad. Cedrón con su obra nos abre interrogantes, nos desafía a repensar conceptos, a ampliar nuestra mirada, más que a cerrarnos en la elucubración de una respuesta.
La selección de obras fue hecha por el mismo Aníbal junto con Luis Felipe Noé y yo. Esta exposición lo tenía completamente entusiasmado, conectado con total lucidez hasta el último momento. Su enfermedad no le impidió terminar para enviar a imprimir las versiones 2017 de nueve obras digitales para esta ocasión. En medio de este trabajo sobrevino su partida. Con Noé tuvimos que continuar el desafío que implicaba decidir qué criterio curatorial adoptar. Descartamos el cronológico, la intención no era proponer una mirada retrospectiva. Y asociamos las obras, en algunos casos, por tema y, en otros, por los recursos gráficos empleados para su realización. Nos dejamos llevar por las imágenes en sí mismas. Por lo que Cedrón nos sigue transmitiendo a través de sus creaciones.