Por Jorge Taverna Irigoyen, Revista Magenta, Año XVI, Nº 158, Junio 2008, Florida, Prov. Buenos Aires
Sobre la exposición Dibujos, Proyecto La línea piensa, Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas, Santa Fe, Argentina, 2008.
Hace un par de años, Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía se embarcaron en un notable proyecto: recalificar al dibujo. No lo hicieron ni por imposición de un desafío, ni por una simple razón de oportunidad. Los convocó la convicción más firme que el dibujo, por encima de su natural condición de disciplina autónoma, es en sí un auténtico conformador de universos. La línea piensa se denominó la acción de difundir y promover valores jóvenes, de labor poco conocida. Y el Centro Cultural Borges fue el espacio, el noble espacio que ha exhibido ya, en una continuidad auténticamente aleccionadora, más de 15 dibujantes argentinos.
Pensar que la línea constituye un aserto de inflexión movilizadora. Lo estético en razón de una ebullición interna, de una compulsa de energía, de acciones y pasiones. Noé y Stupía, dos maduros artistas que han sabido hacer del plano dibujístico una esencia y una conciencia del acto, no sólo han sido los impulsores de una idea. La han sabido alimentar, en la continuidad, con afirmado rigor.
Juan Britos ocupa el espacio con una obra que conjuga imagen y palabra. Una obra casi delirante –de abierta, de exasperada, de llena de guiños- en la que fuerzas de carácter historietista organiza un caos a desentrañar. El dibujante, técnicamente afirmado, con trazos exasperados y sin embrago configuradores, construye sus acuerdos a través de grillas, retículas y otros lineamientos. Lo narrativo, así, no excluye la implosión del humor, el riesgo de lo frenético, la poética del detalle que nunca llega a efecto. Britos arma una suerte de obra gráfico-literaria, sin enrolarse determinantemente en ningún género. Es su capacidad de acción lo que importa; y en definitiva, su potente irradiación sensible.
También, en estos días, La línea piensa ha viajado a Santa Fe y presentado a tres artistas que ya exhibieron en el Borges, en salas del Museo Municipal de Artes Visuales. Una muestra impecable, en la que Armando Sapia, Elena Nieves y Alberto Navarro, revalúan sus lenguajes y miradas interiores. La obra de Sapia, como es ya habitual, deslumbra por la sabia fluidez de una línea que penetra obsesivamente cada imagen y la multiplica en el plano. Todo su conjunto es notabilísimo y, de a ratos, portentoso por su capacidad casi caligráfica para atrapar situaciones e inventar trasfondos.
Elena Nieves juega contrapuntos entre lo alusivo y lo ilusorio, entre lo que se ve y lo supuesto. Sus planos no son inertes y revelan una dinámica secreta, envolvente en esos despliegues de frondas, de asociaciones formales. Dibujos de contrastes, imagen de finas conceptualizaciones del espacio.
Finalmente, Navarro muestra con intuitividad un mundo que trata de caracterizar en sus disloques. Escenas feéricas y humanoides que establecen diálogos a través de retículas, tramas y ciertos devaneos lineales de la tinta. Mundos que se arman y desarman y en los que, quizá, en ese mismo frenesí resida su mayor sugerencia.