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Por Margarita Schultz / 2011

Sobre la exposición Susurros y resplandores, Praxis Arte Internacional, Buenos Aires. Del 30 de septiembre al 26 de octubre de 2011.

 

ELENA NIEVES. Obra reciente

Sin título, 2011, acrilico sobre tela, 95x 120 cm.

Hay obras que admiten muchas lecturas a raíz del efecto visual-conceptual-emocional que producen. Para ello no necesitan exhibir un mundo abigarrado de contenidos visibles, ni una capacidad figurativa exhuberante, tampoco un cromatismo ecuménico.

Con estas ideas quiero introducir la experiencia que -a mi entender- producen los trabajos de Elena Nieves una producción de 2010-2011 (Galería Praxis de Buenos Aires). Están realizados en tinta acrílica sobre tela, con medidas que oscilan entre 170 x 180 cm y 27 x 35 cm.

La artista Elena Nieves titula a sus obras sistemáticamente “Sin título”. Es una manera pertinente de abrir la imagen que le ofrece al espectador. Una imagen en la cual la tela blanca del fondo se hace parte de la misma, junto con la gráfica generada mediante trazos negros elaborados con diversos patrones de textura dibujística. Una técnica que refleja su oficio y la continuidad del dibujar. Estamos frente a una síntesis lograda entre dibujo y pintura.

Quiero rememorar una pregunta de Ortega y Gasset formulada en su célebre ensayo Idea del teatro. “¿Qué vemos en escena?”. La pregunta viene bien ahora, usada en un símil. ¿Qué vemos en las obras de Elena Nieves? ¿Un fondo blanco muy pulcro que pugna por salir a la superficie por entre el bosque de trazos? ¿Una superficie -la gráfica negra- que según las zonas prevalece o deja entrever el fondo?

Sin título, 2011, acrilico sobre tela, 120 x 120 cm.

La artista deja al espectador la decisión, libre pero motivada. Lo hace alternando zonas blancas con claras alusiones a la naturaleza (un rumor de montañas) y a la flora (en espectros de flores, hierbas, ramas con follaje).

¿Las decisivas zonas blancas son espacios puramente visuales, senderos de un paisaje imaginario? Se acercan, sí, a ese vacío pregnante de que habla la filosofía budista (shuniata), que no es un vacío como ‘nada’, sino como ‘plenitud’. Tal como en la música funciona el silencio como parte de la melodía…

Es esa duplicidad fondo-forma, en juego recíproco entre la tela blanca y la gráfica negra lo que cautiva la mirada y enriquece la experiencia de la recepción.

Una vez más comprobamos el poder de lo mínimo.