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Por Adriana Laurenzi / 2006

Sobre la serie Desvanecida Realidad 2004-2006

La experiencia de la realidad en la vida cotidiana se caracteriza por la inmediatez y por la certeza de la existencia de los objetos, del mundo que nos rodea. Sin embargo, en cuanto pensamos qué es lo real, en cuanto queremos definir la realidad, delimitarla con las palabras, se escabulle y se escurre como el agua que al rebalsar sale por donde puede. No hay más certezas que la propia experiencia. Puede comunicarla el poeta usando palabras o puede materializarla el artista a través de la forma, de una composición de colores o de una imagen fotográfica como es el caso de Elena Nieves.

Las diferentes técnicas que desde los años noventa viene desarrollando Elena están referidas a un tema sobre el cual ha ido ahondando: su amor por la naturaleza y la naturaleza en lo urbano. Su fuente de inspiración está en los imperceptibles reflejos del follaje de un árbol sobre una pared, cual sombra de la vida proyectada sobre el muro; las formas que genera la intermitencia fluctuante de las hojas, la vibración centellante o la máxima intensidad lumínica que se produce sobre las flores en determinadas horas del día y, poco tiempo después, se desvanece, se ahoga. Este flujo vital de la vida, es sólo evocable para quien puede verlo, para quien es capaz de vibrar en su misma sintonía como Elena Nieves que le ha dado, justamente, a sus trabajos recientes, el ineludible título de Desvanecida realidad.

Elena Nieves se vale indistintamente de la cámara fotográfica como del video-arte, la pintura o el dibujo, para atrapar los instantes más vitales de la naturaleza, de la vida que pende como reflejo, como apariencia, sobre el estuco de una pared. En su obra no hay figuras pregnantes, no hay centro, ni borde, sino una trama sutil y continua de color o de líneas como de imágenes fuera de foco en el caso de la fotografía. Sus imágenes se conectan inmediatamente a nuestra pulsión sensible.

Elena sabe que nada ni nadie es certeramente real, que todo en la vida fluye y en cuanto tomamos conciencia de la realidad, ésta se desvanece.